"Si el deporte no existiera, el mundo sería más aburrido". Valentino Rossi.

lunes, 22 de junio de 2015

El corazón de un campeón

Hay personas conformistas, con miedo a salirse de su zona de confort y que se satisfacen al alcanzar una determinada cuota de éxito en sus vidas, por mínima que esta sea. Gente que, consciente de la fuerte competitividad existente en nuestros días (y más aún en el deporte profesional), decide que mejor disfrutar de lo ganado en lugar de arriesgar por retos mayores. Ya sea por falta de ambición o por miedo a fracasar, la realidad es que son la mayoría. Por el contrario, otro pequeño grupo se mueve por el reto, el desafío, la superación. Valientes que hacen de la ambición y la exigencia su gasolina para vivir. LeBron Raymone James pertenece sin duda a este segundo.

Su historia es la de una continua reivindicación. Y es que ya desde su época de Instituto recayeron sobre él unas enormes expectativas. Antes, su infancia no había sido nada fácil. Su madre lo tuvo con apenas 16 años y se vio obligada a criarlo sola, sin ayudas, después de que su alcohólico padre los abandonara. La joven hacía lo que podía, alternando trabajos precarios, pero siempre se desvivió por mantener a su hijo alejado de la pobreza, las drogas y la violencia que infestaban los barrios más humildes de Akron (Ohio). Pronto le regaló un aro y un balón, y su pasión por el baloncesto despertó. Con unas condiciones atléticas privilegiadas, comenzó a destacar también en fútbol americano, pero se acabó decidiendo por el deporte de la canasta. Se matriculó en el St. Vincent – St. Mary High School con su grupo de amigos, y empezaron a ganar partidos sin parar. LeBron era el líder de aquel equipo de Instituto que se paseaba allá donde iba. Sin haber cumplido aún la mayoría de edad, se convirtió en un auténtico fenómeno social a nivel nacional debido a sus continuas exhibiciones. Incluso en Febrero de 2002 nada menos que Sports Illustrated, la revista deportiva más prestigiosa del mundo, le situó en su portada, con tan sólo 17 años, bajo el titular “the chosen one” (el elegido). La etiqueta de “el próximo Jordan” no tardó en llegar pero, al contrario que otros que rechazaron tal presión en cuanto se les señaló, James parecía disfrutar con ella. Nunca escondió que MJ era su auténtico ídolo, al cual le copiaba en todo lo que podía, incluyendo el 23 de su camiseta. Una muestra de su tremendo carácter. A nadie le quedaban dudas durante su último año de Instituto de que descartaría su paso por la Universidad y daría el salto a la NBA, donde ya le esperaban frotándose las manos. Una mina de oro que también vio Nike, con quien firmó un contrato de 90 millones de dólares por siete años. Lo nunca visto para un chico de 18 años. Por azares del destino, el número 1 de la lotería del Draft de 2003 recayó en los Cleveland Cavaliers, la franquicia de su estado. Lógicamente, LeBron fue “el elegido”. Su impacto en la liga fue inmediato, superando los 20 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias en su primera temporada, ganando el premio a Rookie del Año. Sus números fueron aumentando notablemente pero la mejora de su equipo era mucho más lenta. No llegaron a clasificarse para Playoffs hasta su tercer año, donde cayeron en segunda ronda. Ese mismo verano, en 2006, acabó su contrato y le tocó elegir. Pudiéndose ir a un equipo con mejor plantilla, un mercado más grande o una ciudad más atractiva, optó por renovar con los Cavs con el objetivo de traer el campeonato a su tierra. El final de esa siguiente campaña pareció premiar su decisión al proclamarse campeones de la Conferencia Este y acceder a las Finales, pero fueron vapuleados por los San Antonio Spurs en un contundente 4-0. Durante los siguientes años el equipo, aunque siguió siendo competitivo, no se supo reforzar adecuadamente y playoffs tras playoffs quedaban eliminados demasiado pronto. Al término de su segundo contrato, en 2010, un James totalmente frustrado decidió cambiar de aires y fichar por los Miami Heat, en un proyecto pensado sólo para ganar junto a Wade y Bosh. Firmó por cuatro años, en los que juegan cuatro Finales y consiguen dos campeonatos. Por fin el éxito. Sin embargo, cuando lo más fácil era quedarse en Florida, hacer unos retoques en la plantilla y seguir ganando títulos, optó por regresar a casa. Consciente de la asignatura pendiente que dejó “con los suyos”, decide aceptar el desafío de hacer campeón a un equipo perdedor, como era entonces Cleveland. Otra vez a empezar de cero.

Tras una temporada repleta de dificultades, entrenador novato, multitud de fichajes al inicio y a mitad y lesiones decisivas al final, LeBron cayó hace unos días en las Finales de la NBA ante los Golden State Warriors. Sin embargo, ha sido sin duda su gran protagonista. Con sus dos escuderos “all-star”, Irving y Love, fuera de combate, prácticamente nadie les daba ni una sola opción contra los californianos, un rodillo que se paseó en Liga Regular (récord de 67-15) y que superó con solvencia los Playoffs. Pero a James, movido por ese espíritu de superación y reivindicación que ha guiado su vida, pareció no importarle demasiado. Prácticamente sólo, rodeado de unos compañeros muy limitados, puso la serie 1-2 en favor de los Cavs, con actuaciones memorables y triple-doble incluido en el segundo. Sólo el cansancio, las variantes tácticas de los Warriors y un banquillo rival mucho más profundo han podido finalmente con un coloso que acreditó en los seis encuentros (4-2 al final) unos números estratosféricos: 35.8 puntos, 13.3 rebotes y 8.8 asistencias.

Habrá ahora quien seguro recordará sus cuatro Finales perdidas de seis disputadas, que no tiene esa magia de Jordan, Duncan o Bryant en los momentos decisivos, que le pierde su carácter altivo y prepotente, o que nunca liderará una dinastía ganadora por su excesivo egoísmo y desprecio al colectivo. Algunos ya lo están haciendo. Yo, tratándose del personaje del que se trata, les contestaría con aquella frase que pronunció el mítico entrenador de los Houston Rockets, Rudy Tomjanovich, al recibir el trofeo de campeón de la NBA hace justo ahora 20 años, tras una mediocre Liga Regular en la que sufrieron crueles críticas: “Nunca subestimes el corazón de un campeón”. Pues eso.

domingo, 7 de junio de 2015

La historia interminable

4 Champions, 7 Ligas y 3 Copas en las últimas 10 temporadas. Ese es el balance reciente del F.C.Barcelona, que este Sábado se hizo con su quinta Champions al derrotar en la final de Berlín a la Juventus por 3-1. La de este año tiene más mérito si cabe, y es que viene acompañada de otro triplete, el segundo tras el de 2009, hito que ningún otro club ha logrado en la Historia. Aún más difícil es hacerlo compitiendo en las tres competiciones con un Real Madrid que año tras año no escatima gastos para reforzarse.

La hegemonía culé en esta década tiene varias causas. Si le preguntamos a Guardiola nos dirá que el origen de todo es Cruyff y su apuesta por el fútbol de posesión, pero lo cierto es que desde su último título (1994) y el primero de Ronaldinho (2005) pasó mucho tiempo, y fueron años con más decepciones que alegrías. Seguramente fue el crack brasileño quien le devolvió la sonrisa y la ilusión de volver a ganar al barcelonismo. Fue la gran apuesta de Laporta al llegar a la presidencia en 2003, junto con un Rijkaard que apenas tenía experiencia en los banquillos. Se acertó también en muchos de los fichajes (Márquez, Deco, Eto’o, Giuly), y se completó una gran plantilla con gente de la casa como Valdés, Puyol, Xavi e Iniesta. Además, un tal Lionel Messi empezaba a asomar. Se ganó con solvencia la Liga en el segundo año, y otra Liga más la ansiada Champions, que ya empezaba a ser una obsesión, en el tercero. Tras los éxitos las estrellas se acomodaron, se evaporó el hambre de títulos, y Rijkaard no parecía capaz de darle un nuevo impulso. Laporta lo vio en 2008, volvió a arriesgar con el entrenador y volvió a acertar. A Pep Guardiola no le tembló el pulso y decidió prescindir de cracks como Ronaldinho y Deco, más Eto’o al año siguiente. Mantuvo, eso sí, al bloque de españoles, se reforzó con grandes secundarios (Abidal, Alves, Keita más Villa y Mascherano después) y apostó decididamente por la cantera (Piqué, Busquets, Pedro). Pero, por encima de todo, le entregó las llaves del equipo a un Messi que explotó definitivamente. El resultado fueron los mejores años en la Historia del Barça, tanto en títulos como en juego. 2 Champions, 3 Ligas y 2 Copas, ganadas con un fútbol total que asombró al mundo. En 2012 Guardiola decidió irse, pero Rosell apostó por la continuidad dándole el mando a su segundo, Tito Vilanova, y se conquistó otra Liga más. La temporada 13/14 no empezó nada bien. El míster tuvo que dejar el equipo para seguir tratándose de su enfermedad, y al club le tocó elegir sustituto en plena pretemporada. Con “Tata” Martino el equipo se acomodó, se descuidó la preparación física y táctica y no se ganó nada. Además, mucho tuvo que ver el triste fallecimiento de Tito en Abril, un durísimo golpe moral para la plantilla. Y sobre todo para Messi, desconocido en el tramo final, que se sentía muy unido al técnico desde su etapa cadete. Otra mini-revolución era necesaria en 2014. Luis Enrique, entrenador joven, de la casa y amante del fútbol ofensivo fue la apuesta para liderar el nuevo proyecto y salieron grandes nombres como Valdés, Puyol, Cesc o Alexis. El equipo mejoró en todos los aspectos y tras superar un pequeño bache en Enero (enfrentamiento Messi-Luis Enrique incluido) se decidió remar todos a una para completar esta impecable segunda mitad de temporada. El buen hacer del técnico y sus ayudantes (variantes tácticas, gran estado físico, mejora notable en la estrategia…etc), el acierto en los fichajes este año (Bravo, Ter Stegen, Mathieu, Rakitic, Suárez y el verano anterior Neymar) y un espectacular Messi son las principales causas de este triplete histórico.

Lo que ha hecho el crack argentino este año no tiene nombre. Tras una primera parte de 2014 muy floja y la decepción del Mundial, Leo se propuso volver a ser el que era. Y vaya si lo ha conseguido. Una estricta dieta ha estilizado su cuerpo, perdiendo hasta cuatro kilos y ganando en músculo, y se ha convertido en un futbolista total, actuando con idéntica eficacia tanto de extremo izquierdo, delantero centro o incluso centrocampista. Todas estas variantes además sin perder su velocidad, regate y gol de siempre. No sólo se ha recuperado sino que ha mejorado, por imposible que pareciese. Él ha sido el protagonista de esta temporada y él es probablemente el mayor culpable de esta década tan exitosa. El factor común en las etapas de Rijkaard, Guardiola, Tito y Luis Enrique junto a Xavi e Iniesta. Nadie sabe lo que nos depararán los próximos años, más con el futuro incierto de Luis y las próximas elecciones en Julio, pero todo parece supeditado al “10”. Teniendo en cuenta su renovada hambre de títulos y que no ha cumplido ni los 28 años, la sensación es que esta historia aún está lejos de terminar.