"Si el deporte no existiera, el mundo sería más aburrido". Valentino Rossi.

sábado, 15 de agosto de 2020

Hacerlo peor

Quique Setién, Eder Saraba y el resto de su cuerpo técnico se sacaban una foto, sonrientes, en el centro del campo del Estádio Da Luz de Lisboa durante la previa del Bayern-Barça de cuartos de final de la Champions. "Inmortalicemos esto, que no sabemos si nos volveremos a ver en una cita semejante", debieron pensar. Da una idea de lo grande que les venía la cosa. Y no parecía ser buen augurio para un partido donde, una vez más, el único argumento para soñar en pasar de ronda de técnicos, directiva y aficionados volvía a ser el de los últimos años: Leo Messi. Pero los milagros son tan maravillosos porque ocurren muy de tanto en tanto. Eso es lo que tienen.

Si siempre dependes de milagros, de que te salve Messi, es que no haces bien tu trabajo. La realidad es que las decisiones tomadas por Josep Maria Bartomeu y su junta directiva durante los últimos tres años son una sucesión de despropósitos. Porque el verano de 2017 fue un punto de inflexión. La salida de Neymar rumbo a París, tras pago de la cláusula pero en unas circunstancias extrañas que algún día conoceremos, fue un golpe muy duro para vestuario y directiva. Los casi 250 millones se malgastaron en posiblemente las dos mayores decepciones de la historia del club: Coutinho y Dembelé. Tampoco se acertó en el sucesor de Luis Enrique, el último entrenador con la personalidad y el nivel suficientes para conducir un barco de tal magnitud, un auténtico Titanic para otros de perfil medio como Valverde y Setién. Un sinfín de fichajes erróneos (casi únicamente podríamos salvar a Frenkie De Jong) junto con renovaciones desorbitadas (tanto en salarios como en duración) han dejado una plantilla que podríamos resumir en: veteranos ya de más a menos, medianías y Messi. Ah, y la caja vacía. Los últimos coletazos de esas vacas sagradas (que malas no son) junto con las exhibiciones de Leo consiguieron salvar dos ligas en este periodo de decadencia. Algo asombroso si te paras a pensar. Pero Europa siempre te pone en tu lugar, y si no que se lo pregunten a Rajoy o Sánchez. El año pasado a punto estuvo de culminarse uno de los mayores milagros de la historia de la Champions, con un Messi desbocado que con tres dobletes en octavos, cuartos y semis ante Lyon, Manchester y Liverpool casi planta en la final a un equipo mediocre táctica y físicamente. Pero la empanada general de Anfield lo frustró.

Lo de anoche (el teclado del portátil no me deja escribir el resultado) fue la mayor derrota europea en la historia del club, y como tal, no se salvó nadie. Empezando por los dos pilares sobre los que se debería reconstruir a futuro: Messi, al que su dudosa fortaleza mental le impide rebelarse a menudo ante situaciones colectivas dramáticas, y Ter Stegen, que ayer pareció más Busquets. El padre. Siguiendo por la columna vertebral, esos veteranos de los que hablábamos. Piqué, Alba y Busquets sufrieron como nunca, aunque deberían estar en edad y condiciones aún (creo) de que llegue un nuevo líder que les vuelva a motivar, y de paso a entrenar. Pero las sinceras declaraciones del central al final del partido y las del mediocentro hace un par de años, donde afirmó que no se veía jugando mucho más allá de los "treinta y pocos", dejan muchas dudas sobre ello. Y el ciclo de Suárez ya acabó. Anoche volvió a demostrar que ese olfato nunca lo perderá (es muy probable que ya jubilado, en algún casoplón de Castelldefels o Montevideo con los nietos revoloteando por allí, siga metiendo goles) pero el club necesita como el comer un par de delanteros trabajadores y móviles que acompañen a Leo. Ansu Fati será uno y habrá que fichar a otro. De Griezmann (otros 120 millones más) mejor ni hablar. Nombres con potencial y juventud como De Jong y Semedo tampoco ayer se salvaron, el holandés además totalmente superado por un exbarcelonista como Thiago, lo que aún duele más. Y los Lenglet, Sergi Roberto o Arturo Vidal (a los que podríamos sumar Todibo, Umtiti, Rafinha, Rakitic, Dembelé y Braithwaite) son medianías que no dan la talla. Pero claro, uno no tiene culpa de no dar el nivel. El máximo responsable es el que lo elige para un puesto determinado, ya sea para el campo o para el banquillo.

Lo de anoche debería ser un punto de inflexión en la historia del club. Un detonante que provocara una renovación total en la entidad. Nueva directiva, cuerpo técnico y grueso de la plantilla para devolver la ilusión a los culés. Pero decimos "debería ser" porque no está nada claro que Bartomeu dimita de inmediato y convoque elecciones cuanto antes. Lo suyo hubiera sido convocarlas ya justo cuando el fichaje más caro de la historia del club (al que tienes cedido y le pagas parte de la ficha) te mete un gol en el partido más humillante de tu historia. No se convocaron y le dio tiempo a meter otro. Sería eso, el anuncio de nuevas elecciones ya, al menos un gesto de barcelonismo y responsabilidad: no dejar otra hipoteca al club iniciando otro proyecto que posiblemente dentro de 10 meses habrá que demoler. De todas formas, ya no creo que se pueda hacer peor. Sólo se me ocurre, no sé, que firmasen a un antibarcelonista como próximo entrenador para el verano que viene tener que pagarle el finiquito. Eso ya sería la bomba.


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