Estas
semanas el balonmano está siendo noticia en el mundo del deporte. El Mundial de
Qatar finaliza hoy con la final entre los anfitriones y la selección de
Francia, la cual derrotó en una de las semifinales del Viernes a España. Los
nuestros se han quedado finalmente sin medalla al perder hace unas horas
ante Polonia en la prórroga por 28-29, en la denominada “final de consolación”. Pero hace
unos días una noticia ha logrado incluso dejar en segundo plano el Campeonato
del Mundo: el croata Ivano Balic ha anunciado su retirada a final de Temporada.
Balic
ha sido uno de esos fenómenos que salen cada 20 ó 30 años. Un jugador fabuloso,
con un talento fuera de lo normal, de esos que provocan que gente incluso
ajena a un deporte tan minoritario como es el balonmano se interesen en él,
como me pasó a mí. A mediados de la década pasada, el genio de Split jugaba en
la Liga Asobal, en nuestro país, en concreto en un histórico club como el
Portland San Antonio. Era sin duda el mejor jugador del mundo y lideraba a un
equipo que le discutía la hegemonía al Barcelona y competía de tú a tú con el mega-proyecto que estaba naciendo en Ciudad Real. Llevó a los de Pamplona a ganar Liga y Supercopa
en 2005, y se quedó a un paso de coronarse Campeón de Europa al caer en una
final 100% española precisamente ante los manchegos. Ese es el único gran
trofeo que le falta en su increíble palmarés. En 2008 regresó a su país, donde ganó
Liga y Copa durante cuatro Temporadas con el RK Zagreb, pero sus mayores logros
llegaron con la selección croata: 3 medallas en Campeonatos de Europa, otras 3
en Mundiales (Oro en 2003) y 2 más en Olimpiadas (Oro en Atenas 2004). Impresionante.
Además, la IHF le designó mejor jugador del mundo en dos ocasiones, 2003 y 2006,
logro sólo igualado por una leyenda como Dujshebaev. Pero si por algo destacaba
era por la magia que destilaba sobre la pista. Era diferente a todos los demás.
Jugador de baloncesto durante su juventud, este hecho le ayudó sin duda a
potenciar una privilegiada visión de juego, con un repertorio infinito de
asistencias y quiebros casi nunca vistos hasta el momento en balonmano. Su otra
seña de identidad, su gran variedad de lanzamientos ante el portero rival.
Tiros de toda clase, de vaselina, de muñeca con efecto, con potencia por la
escuadra, e incluso de espaldas. Además, esa aparente dejadez y gesto bohemio
hacía su juego aún más atractivo, como si todas sus genialidades surgieran con suma facilidad. Esta característica siempre me ha asombrado entre los deportistas de élite. Como decía, en mi caso fue uno de los motivos por los que me
aficioné al balonmano, durante sus años en el Portland. La verdad es que hasta
ese momento poco o nada me había interesado este deporte, pero los “highlights”
que Ivano dejaba Domingo tras Domingo eran demasiado espectaculares como para
ignorarlos.
El balonmano es mi deporte favorito sin contar el fútbol claro , es un deporte poco valorado pero a mí de siempre me llamó la atención y ahí sigo fiel a este deporte.
ResponderEliminarUn saludo ¡¡
Y sobre todo un deporte en el que es muy difícil destacar, debido a los pocos espacios y su fuerte componente físico. Por eso estos genios tienen tanto mérito.
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