La vuelta de
los cuartos de final de Liga de Campeones nos dejó a cuatro históricos en las
semifinales y muchas conclusiones evidentes. En cuanto a los españoles, los
culés tienen motivos para soñar, los merengues para dar gracias y los colchoneros
para lamentarse.
El Martes el
Barcelona se propuso zanjar su eliminatoria contra el PSG por la vía rápida y así
lo hizo. Luis Enrique podría haber decidido salir al Camp Nou a especular con
el cómodo 1-3 de la ida, teniendo en cuenta los nada menos que tres goles que
necesitaban los parisinos para remontar, pero nada más lejos de la realidad. El
asturiano demostró su valentía con
su planteamiento inicial y se olvidó de defender en campo contrario como sí
había hecho en partidos importantes anteriores (Real Madrid, Sevilla o
Valencia). El resultado: una de las mejores primeras partes de la Temporada,
con una presión asfixiante a la salida del balón rival, rápidas combinaciones,
unos rejuvenecidos Iniesta y Dani Alves, y un letal Neymar. El 2-0 del descanso
era de total justicia y el segundo tiempo fue un puro trámite.
Al día
siguiente llegaba el plato fuerte de estos cuartos. Un Real Madrid-Atlético con
todo abierto tras el 0-0 de la ida en el Calderón. El partido venía
condicionado por las numerosas y muy sensibles bajas que arrastraban los
blancos (Marcelo, Modric, Bale y Benzema). Había curiosidad ante las posibles
opciones que podía elegir Ancelotti y finalmente optó por la más conservadora.
Inexplicablemente consideró más importante frenar los ataques del Atlético que
buscar soluciones para penetrar en su entramado defensivo. Difícil de entender
cuando enfrente tienes un rival que en sus últimas visitas salió al Bernabéu a
encerrarse descaradamente atrás. Y así sucedió también el Miércoles. La racanería del italiano se
manifestó con Sergio Ramos de mediocentro, totalmente inútil cuando el Madrid
tenía el balón, y sólo dos delanteros (Cristiano y Chicharito). Así las cosas,
los primeros 45 minutos transcurrieron con unos locales faltos de ideas ante la
ordenada defensa visitante, y con una única ocasión en la que Oblak le ganó la
partida a Cristiano. En la reanudación el partido siguió por los mismos cauces.
Los blancos apenas creaban peligro y tampoco se atisbaban revulsivos desde el
banquillo (Jesé como único delantero). Mediada la segunda parte parecía el
momento idóneo para que el Atlético avanzara líneas e intentara buscar un gol
que hubiese sido casi definitivo. O al menos no renunciar a él. Pero a Simeone le
pudo una vez más la cobardía.
Decidió quitar a su jugador más talentoso en ataque (Griezmann), meter a un “guerrillero”
innecesario en ese momento (Raúl García) y dejar a un asfixiado Mandzukic como
único delantero, teniendo a dos frescos en el banquillo (Torres y Jiménez).
Renunció por tanto totalmente a la portería contraria, apostó todo a unos
penaltis a 50 minutos vista y dio alas a un Madrid sin recursos que empezó a
disfrutar de ocasiones. La absurda expulsión de Arda Turan poco después y otro
inexplicable cambio del técnico argentino lo complicaron aún más. Ante un rival
que seguía con solo dos delanteros, se le ocurrió convertir su 4-4-1 en un
5-3-1 dando entrada a Giménez por Tiago. El destino pareció castigarlo con el
gol casi a continuación de Chicharito tras una buena combinación entre James y
Cristiano. El tanto, casi con el tiempo cumplido, significó un premio para el
mexicano por su encomiable trabajo, un alivio para todo el madridismo y un justo
castigo para un decepcionante Atlético.
En los otros
dos partidos se puede decir que se cumplieron los pronósticos. Difícil, eso sí,
era la misión del Bayern de Múnich tras el 3-1 encajado en Oporto. Sin embargo,
y a pesar de las bajas de los germanos, pensar en una remontada en el inexpugnable
Allianz Arena no parecía una locura. Lo que nadie esperaba era tanta
superioridad. Pep Guardiola planteó un inicio idéntico al que su amigo Luis
Enrique estaba ejecutando en Barcelona y el primer tiempo se convirtió en un
monólogo muniqués absoluto. Con un genial Thiago Alcántara a los mandos y un
excelente Lewandowski arriba, el Bayern ejecutaba su “tormenta perfecta”
particular. Presión tremenda sobre el balón, rápidas combinaciones y precisos
desplazamientos en largo desde la defensa dejaban al Oporto sin ninguna
respuesta y los goles empezaron a llegar. El tercero fue una auténtica obra de
arte y el escandaloso 5-0 al descanso totalmente merecido. Pese a una notable
mejoría de los portugueses tras la reanudación y el tanto de Jackson Martínez,
el pase a “semis” nunca peligró y Xabi Alonso puso el definitivo 6-1 de libre
directo. En Mónaco, el 1-0 de Turín dejaba a la Juventus como clara favorita. Allegri
se decidió por un planeamiento ultradefensivo, un 5-4-1 que logró maniatar por
completo a un rival que apenas dispuso de ocasiones de gol. Los italianos
pasaron, por tanto, siendo fieles a su Historia, defendiendo un gol de la ida
que vino mediante un penalti dudoso.
Con todo esto, se
presentan unas semifinales de auténtico lujo, de la mejor Copa de Europa... más que de Champions
League. Cuatro históricos como Barça, Bayern, Madrid y Juve librarán cuatro
preciosas batallas en busca de un sitio en la gran final de Berlín.
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