Lebron James ha conseguido posiblemente el campeonato con más mérito de la historia. Remontando un 3-1 en las Finales, hito nunca antes visto, y ante el mejor equipo de siempre en Liga Regular, los Warriors, con su espectacular balance de 73-9. Lo ha hecho, además, liderando los cinco principales apartados estadísticos en la final (puntos, rebotes, asistencias, robos y tapones), con una autoridad aplastante, haciendo de todo sobre la pista. Y con triple doble en el séptimo partido como guinda. Recibió la inestimable ayuda de un sensacional Kyrie Irving, sí, pero este título es suyo. De aquel chico de Akron, Ohio, que un día soñó con hacer campeones del mundo a los suyos. A la gente de Cleveland, una ciudad algo más grande que Alicante, cuya última victoria de un conjunto profesional deportivo databa de 1964. Pues ya lo ha conseguido. Ya ha ganado el anillo con dos equipos distintos. Ya es uno de los 5 mejores de todos los tiempos. Ya nos ha vuelto a emocionar... por penúltima vez.
La técnica individual. El talento. La esencia del deporte. Sin ella probablemente no lo amaríamos como lo amamos. Pero este maravilloso mundo tiene muchas cosas más. De todo ello hablaremos aquí.
"Si el deporte no existiera, el mundo sería más aburrido". Valentino Rossi.
miércoles, 22 de junio de 2016
Promesas cumplidas
Hablábamos de él por aquí hace hoy justo un año. De un chico de provincias, criado en el Estados Unidos más rural, que se prometió hacer campeón de la NBA algún día al equipo de su tierra. Nada menos. Lo intentó en sus primeros años en la mejor liga de baloncesto del mundo, llegó a jugar una final incluso, pero la frustración le hizo ver que debía probar otra aventura para liberarse, para coronarse. Y lo hizo. Por partida doble. Pero aquella promesa nunca la olvidó, y regresó a casa hace dos veranos. La temporada pasada se quedó a las puertas, pero hace unos días cumplió su palabra. Cómo no.
domingo, 20 de marzo de 2016
Lo que todos quisimos ser
Que la Premier
es la liga más emocionante e impredecible de Europa ya no es un secreto para
nadie. Se podrá discutir si es la mejor o no, pues seguramente ninguno de sus
equipos tengan el nivel de Barcelona, Real Madrid, Bayern Múnich o Paris Saint
Germain, pero la igualdad que se ha generado los últimos años en Inglaterra le
dota de un atractivo único. Lo que está haciendo esta temporada el Leicester
City lo ejemplifica y eleva a su máxima expresión. A finales de Marzo como
estamos ya, el humilde club inglés es líder con 5 puntos de ventaja sobre el
Tottenham y 11 sobre el Arsenal.
La gesta es de
mucho cuidado. Leicester es una ciudad perdida en el corazón de Inglaterra, en
los denominados Midlands, más pequeña
que Alicante, cuyo equipo de fútbol ascendió a la máxima categoría hace tan
sólo dos temporadas, tras 10 años de ausencia. El año pasado, además, logró la
permanencia en la última jornada, y en verano no hizo ni mucho menos fichajes
de renombre que hicieran prever el milagro que está a punto de conseguir.
Sería, sin duda, uno de los mayores de la historia. Su explicación, si es que
la hay, reside en conceptos como: colectivo, sacrificio o confianza. También en
la magia de la Premier, una competición en constante busca por la igualdad
entre sus equipos donde, por ejemplo, el club que menos ingresa en derechos de
televisión (el Cardiff, con 75 millones de euros), sería en España el tercero
que más, sólo por detrás de Real Madrid y Barcelona. Si hablamos de nombres (injusto
la verdad en un equipo donde la fuerza está en el grupo) merece una mención el
gran trabajo de su entrenador, el italiano Claudio Ranieri. Si, si, Ranieri.
Aquel técnico que pasó sin pena ni gloria por Valencia y Atlético, entre otros
muchos equipos y países, al que ya teníamos casi desaparecido del mapa y cuyo
palmarés se reduce a un par de Copas y Supercopas. Hasta ahí llega el milagro.
Mucha parte de culpa recae también en la pareja que forman Riyad Mahrez y Jamie
Vardy, que ya suman 35 goles. Dos jugadores a los que hace unos meses nadie
conocía y por los que ahora se pelean los Manchesters,
Chelseas y Arsenals de turno. Lo de Vardy es de película. Actual pichichi
de la competición, y tras establecer un nuevo record histórico al marcar en 11
partidos consecutivos, en 2012 aún andaba jugando en la quinta división, ya
cumplidos los 25 años. Y es que se podría escribir un cuento con todo esto.
No sabemos aún
si el cuento acabará en final feliz o no, pero ya casi es lo de menos. Tras el
parón en la Premier por los amistosos de selecciones del próximo fin de semana,
tan sólo quedarán 7 jornadas para su finalización. Y el Leicester lo tiene ahí.
Lo tenemos ahí. Porque el Leicester es hoy el equipo de todos. Y es que todos
quisimos, alguna vez, competir de tú a tú contra los equipos más grandes, en
los estadios más grandes. Todos quisimos, alguna vez, entrenar a un grupo de
jugadores humilde, convencerlos de que sí se puede, tener una última
reivindicación cuando nadie daba un duro por nosotros. Todos quisimos, alguna
vez, ser pichichi de la mejor competición, copar las portadas de los
periódicos, salir en los telediarios y codearnos con las grandes estrellas.
Soñar despiertos, en definitiva. Y es que el Leicester es lo que, alguna vez,
todos quisimos ser.
domingo, 10 de enero de 2016
Vivir en el reto continuo
Hace unas
semanas se confirmó la noticia que todo aficionado al baloncesto venía
lamentablemente esperando: Kobe Bryant se retirará a final de temporada. Y es
que, viendo la plaga de lesiones que padeció estos dos últimos años, lo extraño
es que no lo anunciase antes. Si no lo hizo fue, sin duda, por su amor al
juego, ese que le convirtió en uno de los más grandes de siempre, y ese que le
convenció de que no podía despedirse apoyado en unas muletas, sino con un balón
entre sus manos. Como él mismo comunicó en su carta de despedida, lo deja
porque su cuerpo le ha dicho basta, a pesar de que su corazón y su cabeza
siguen tan fuertes como el primer día. Un primer día que queda ya muy lejos,
allá por 1996, nada menos. Han sido 20 años maravillosos, una carrera
excepcional e inigualable de la que toca ahora hacer balance.
Bryant ha sido
tan grande que logró poner de acuerdo a casi todos, desde los más
románticos hasta los más puristas. El de Philadelphia sumó a su indudable
talento nada menos que 5 anillos de la NBA, en dos épocas diferentes, y siendo
en todos ellos protagonista. Al éxito colectivo le acompañó, como no, un sinfín
de logros individuales: 1 MVP de la Temporada, 2 MVPs de las Finales, 17
All-Star Games (con 4 MVP incluidos), 11 apariciones en el mejor quinteto de la
Temporada o sus 81 puntos ante Toronto Raptors en 2006 (segunda mejor marca
histórica en la NBA), son quizás los más relevantes. Viendo todo esto bien
podríamos terminar aquí el artículo. Pero Kobe es mucho más.
Nadie como él
ha podido aguantar con tanta dignidad la comparación con el más grande, Michael
Jordan. Además del factor títulos (se quedará a sólo 1 de los 6 conseguidos por
el de Brooklyn), Bryant siempre recordará a Jordan por su estilo de juego. Unos
movimientos que siempre intentó copiar, y que consiguió finalmente hacer suyos.
Un logro que nos muestra otra de sus virtudes: su enorme carácter competitivo.
Lo que para cualquier otro jugador hubiera sido una tremenda carga, para él
supuso un maravilloso reto: ser mejor que MJ. Llegó a ser una auténtica
obsesión, como recordó el mismísimo Phil Jackson en su último libro. En él
contaba una anécdota que nos da una idea de ese carácter del que hablamos. Corría
el año 1999 y el técnico, en un intento de hacer ver a un individualista Kobe
la importancia del juego colectivo, acordó un encuentro con Michael en Chicago.
Justo después del apretón de manos con el mito, al de los Lakers, con tan sólo
21 años, no se le ocurrió otra cosa que soltarle: “tú sabes que te puedo patear
el culo en un 1 contra 1”. Quizás fuera esa determinación y auto-confianza,
además por supuesto de sus excepcionales condiciones, lo que le hizo acercarse
más que nadie al 23. Una obsesión que se alivió en parte cuando recientemente
le arrebató el tercer puesto en la lista de máximos anotadores históricos de la
NBA. Y decimos en parte porque su verdadero objetivo siempre fue superarle en
anillos, cosa que finalmente no logrará. Tampoco nos dejará seguramente un legado
como el de Jordan, ese impacto que en los '90 revolucionó la NBA, Estados Unidos
y el mundo entero, y que provocó que millones de niños se aficionaran al baloncesto.
Aunque quizás haya sido sólo una cuestión temporal, de aparecer en un momento posterior en la
Historia, quién sabe.
Y es que la
trayectoria de Kobe Bryant se basa en los retos continuos. El de superar a
Jordan fue el más ambicioso, sin duda, pero también lo fue el pasar directamente
desde el Instituto, siendo un niño de 18 años, a una competición profesional tan
exigente y poder competir desde el primer día. El tapar las bocas de todos
aquellos que decían que nunca podría ser campeón sin Shaquille O’Neal a su
lado, cuando lo logró por partida doble en 2009 y 2010. O el de no tirar la
toalla cuando llegaron las lesiones, recuperarse de ellas con el enorme esfuerzo
que algunas requerían (rotura del tendón de Aquiles en 2013 por ejemplo) y
cumplir su deseo de retirarse sintiéndose todavía jugador. Vivir en el reto
continuo: común denominador de los más grandes. Como Magic, negándose a que el
VIH le impidiera volver a jugar. Como Jordan, demostrando a todos que podía
seguir compitiendo con 40 años. O como LeBron, soñando con hacer campeón al
equipo de su tierra. Por citar algunos ejemplos. Una manera de entender el
baloncesto que lleva a sus protagonistas a dejar huella, a formar parte de un reducido
grupo de elegidos. Grupo del que Kobe Bryant formará parte para siempre.
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